La génesis del conocimiento
¿Cómo empezamos a aprender? Y a partir de esa pregunta comencé a desglosar lo que ahora llamo la genésis del conocimiento. Hay un punto exacto en el cual rompemos la barrera del no saber, y empezamos a aprender algo nuevo. Ese momento, esa decisión de incorporar nuevos conocimientos, ese pasar de la nada al algo.
Nos educaron para creer que tenemos que ser buenos en una cosa: nuestra carrera, nuestra profesión, lo que nos identifica para con el mundo. Soy abogado. Soy jugador de fútbol. Soy músico. Soy lo que mejor me sale (o puedo) hacer. Y, a partir de que soy, ya no necesito saber otra cosa, ser bueno en algo más, me puedo sentir satisfecho. Cumplí con lo que debía y nadie puede decirme lo contrario, ni yo mismo.
Entonces nos relajamos, dejamos de procurar aprender cosas nuevas, justificamos el sentarnos en el sillón a mirar televisión porque estamos cansados de laburar todo el día. Pasamos el domingo sin hacer nada, porque trabajamos toda la semana. Dedicamos el tiempo libre a reforzar la idea de que merecemos la inactividad, como si eso fuese algo positivo, ganado, buscado con esfuerzo. Haciendo, nos ganamos el derecho a dejar de hacer.
Con esta introducción quiero que sientan ese bicho que, cuando estás sin hacer nada, te dice que podrías estar haciendo algo. Ese bicho que te invita a probar cosas nuevas, a agregar algo más a tu repertorio de conocimientos y habilidades. A crecer como persona. A volverte más interesante para vos mismo. A despertar eso que dormiste cuando decidiste que lo que hacías ya era suficiente.
¿Cuánto hace que no rompés la barrera? ¿Qué barrera? La misma que rompiste cuando pudiste andar 10 metros en bicicleta sin caerte, hacer el perrito en la pileta sin hundirte, patear una pelota sin resbalarte o cocinar un huevo frito sin que se queme. Ese paso, ese pequeño paso, que te hace pasar de la nada al algo, del miedo a lo desconocido a los primeros indicios de que se puede. Eso, mis queridos lectores, es lo que yo llamo la genésis del conocimiento. Ahí, en ese instante donde incorporás lo básico para seguir aprendiendo, donde te animaste a saber un poco más, esa base que luego te permite perfeccionarte.
Creo que la diferencia más grande, cuando uno más aprende, es en la genésis del conocimiento. Pasar de nunca haberte subido a una bicicleta a poder pedalear sin caerte, es una diferencia tan grande que dudo que pueda medirse. Cuando ya rompiste esa barrera, que es tan importante porque luego todo es más fácil, podés seguir aprendiendo y perfeccionándote. Aprenderás a doblar, andar sin manos, llevar a otra persona, saltar rampas y hacer piruetas, pero nada de eso se compara al primer paso. Porque está fundado y construído sobre el, sobre esa mínima fracción de conocimiento que permite todo lo que viene después. Sin eso, sin la génesis, sin esas horas o ese día que le dedicaste, todo lo demás no hubiese podido existir.
Es curioso como algo que demanda tan poco tiempo nos resulta tan difícil, aún sabiendo lo positivo que es para nosotros. Defiendo la idea de que, en un día, se puede romper esa barrera y empezar el camino de aprender algo nuevo, sin importar lo que queramos incorporar. Imaginemos alguien que no sabe cocinar, ¿cómo podría aplicarse esta teoría?
El objetivo es sentar las bases para aprender a cocinar bien. Entonces tenemos que arrancar por lo más básico y simple, lo necesario para dar el primer paso y romper la barrera. Pasar de la nada al algo. ¿Un huevo frito? Es un clásico, ya lo dice la frase «no sabe hacer ni un huevo frito». Podemos llamar a un amigo, buscar en Internet, preguntarle a mamá, no importa realmente, lo que sí nos importa es que sepamos que tenemos que buscar una sartén, ponerle un poco de aceite, prender el fuego, romper el huevo, tirarlo en la sartén y sacarlo cuando no esté crudo.
Con algo tan simple como eso, se pasó de nunca haber cocinado nada a poder hacer algo. Ya usamos aceite, tiramos algo al fuego, y comimos lo que preparamos. De ahí en más, cuando rompimos el miedo a algo nuevo, salimos del status quo e incorporamos esa puntita de nuevo conocimiento, solo nos queda seguir mejorando. Quizás tiremos un salchicha y mañana desayunamos salchichas con huevo. O un amigo nos dice que hagamos unas milanesas, que es el mismo proceso, y cenamos eso. Ya está, la barrera se rompió, el primer paso está dado. Y nos llevó menos de una hora de nuestras vidas.
A mí me pasó cuando empecé a practicar boxeo, un día fui a una clase de dos horas, tiré un par de golpes, me explicaron la posición, algunos movimientos y los ejercicios básicos de elongación. A partir de esas dos horas que le dediqué un día cualquiera, solo era volver a ir a clase y mejorar sobre esa base. Y una cosa más en mi repertorio de cosas que puedo mejorar, perfeccionar y disfrutar.
El objetivo es reducir la resistencia, romper esa barrera hace que lo que viene sea más sencillo, y pongamos menos resistencia a incorporar conocimientos. El primer paso es el que más resistencia nos opone.
Así como de no subirte a una bicicleta a aprender a pedalear sin caerte es un crecimiento enorme, también lo es pasar de no saber nada de pelea a entender lo básico para pararte, cubrirte y tirar golpes, o de pedir comida por teléfono a cocinarte una milanesa. Son cosas que te cambian, te mejoran, te suman, y no demandan más que horas. La genésis del conocimiento está ahí, la diferencia que hace en tu vida dedicarle un rato a aprender algo nuevo y romper la barrera es increíble, ese instante te suma mucho y, además, armás las bases para seguir mejorando, si te interesa…